Valores de vuelta a la vuelta del COVID-19
Ayer contemplé a una pareja de halcones planear con elegancia sobre mi casa. Dejé que mi imaginación volara también con la brisa y afloraron varios pensamientos.
El primero fue muy sencillo: la vida sigue, la naturaleza mantiene su curso, simplemente hemos detenido nuestro ritmo de vida.
El segundo pensamiento me condujo al valor de las cosas sencillas. Observar el vuelo de unas aves fue un ejercicio de mirada cristalina, tal vez algo nostálgica, pero desnuda de prejuicios, un canto a la belleza y a la libertad de los seres vivos.
Y el tercero fue un pensamiento de admiración y esperanza por la enorme capacidad de recuperación que ha mostrado el ecosistema en cuanto el ser humano ha reducido la presión. Las ciudades han vuelto a exhibir cielos limpios, todas las mañanas el canto de los pájaros expresa el renacer de una primavera que se anticipa florida y la lluvia de los primeros días de Abril ha sembrado de verde las praderas que pronto volveremos a recorrer.
De hecho, los niveles de concentración de dióxido de nitrógeno han disminuido una media del 64% en las principales ciudades españolas desde el inicio del confinamiento, según los datos de un estudio desarrollado por investigadores del Centro de Tecnologías Físicas de la Universitat Politècnica de Valencia, quienes han comparado datos de dos periodos: del 10 al 14 de marzo y del 15 al 20. Probablemente las medidas destinadas a hibernar la economía reduzcan aún más los niveles de contaminación.
Y en Venecia, que jamás ha estado tan vacía, el agua se ha regenerado de tal forma que incluso se puede ver el fondo de los canales. Paradójicamente, de este espectáculo de salud medioambiental solo pueden disfrutar los vecinos de la ciudad desde sus balcones, una pequeña recompensa para unos lugareños arrinconados por la invasión de turistas.
Tales pensamientos me han ayudado a meditar sobre cómo se comportarán los consumidores el día después del coronavirus. La pandemia está siendo el acontecimiento global más disruptivo que hayan vivido la mayoría de los habitantes de la Tierra. Quedan pocas personas vivas que puedan recordar el impacto de la gripe española entre 1918 y 1920, una plaga que mató a 40 millones de personas en todo el mundo, más del 2% de la población mundial en aquel momento. Algunas más, aunque siguen siendo una pequeña minoría, pueden recordar la segunda guerra mundial o la contienda civil española, cuyas huellas físicas y psíquicas alcanzaron a dos generaciones.
Aunque hemos declarado la guerra al coronavirus, que destruirá tejido empresarial, una parte del cual necesitará tiempo para regenerarse, lo cierto es que esta contienda dejará prácticamente intactas las infraestructuras productivas. En línea con mi primer pensamiento, ello permitirá que el consumo se recupere con una cierta rapidez. Pensemos en meses, lo cual es muy poco tiempo si recordamos la duración de la crisis de 2008-2014, que se llevó por delante a una parte del sistema financiero, clave del actual modelo económico capitalista.
Las empresas han adoptado políticas proactivas para luchar contra la pandemia, son parte de la solución. En estos momentos su primer cometido es superar la crisis del Covid 19 con el menor daño posible para sus mejores activos: su capacidad productiva, su cartera comercial y el talento de sus personas. Hay un consenso generalizado de que la primera responsabilidad social de las empresas en estas circunstancias es el mantenimiento del empleo. Cuidar la salud física y laboral de las personas de la organización.
Si bien una parte del consumo se puede recuperar rápidamente, habrá que introducir estímulos para relanzar las ventas. Viviremos tiempos de ofertas, descuentos y promociones. Tiempos, obviamente, más digitales, porque el confinamiento ha supuesto un impulso al teletrabajo y el comercio on line. La necesidad ha roto muchas barreras culturales que impedían el mejor aprovechamiento de las tecnologías en el ciclo comercial.
Se avecina una ingente tarea para los departamentos de marketing y ventas. Y aquellas empresas que hayan logrado generar entornos de confianza con sus stakeholders, especialmente con los clientes, podrán recuperarse antes.
La preservación de la confianza me conduce a la segunda reflexión para el día después. Las semanas de confinamiento han devuelto al primer plano valores tradicionales como la solidaridad, una extensión de la empatía, la familia, la ayuda a los demás y las relaciones sociales. Valores sencillos que tal vez habían sido deslumbrados por la complejidad de los entornos globales que la tecnología ha posibilitado.
Los “círculos primarios de pertenencia” se han reforzado frente a esas otras esferas a las que conduce la aventura, la atracción por lo desconocido y por aquello que está lejano o suena exótico. El consumidor tendrá más conciencia ciudadana y, en consecuencia, valorará más a aquellas marcas que acrediten un comportamiento humano, que se muestren más cercanas. La Humanidad vuelve al humanismo cuando se siente amenazada.
Crecerá la demanda de conductas éticas. Los ciudadanos han sido más conscientes que nunca de la peste de las fake news y, por contrapartida, de la importancia de disponer de fuentes de información fiables. Todas las organizaciones, y muy particularmente las económicas, tendrán que ser más transparentes y contar qué hacen, cómo lo hacen y qué impacto producen.
El tercer pensamiento que me suscitó el vuelo de la pareja de halcones es la urgente necesidad de reconectar con la naturaleza. Superada la crisis del Covid 19, el cambio climático volverá a primera línea. De la misma forma que las empresas han puesto sus capacidades de gestión al servicio de la lucha contra la pandemia, tendrá que comprometerse para reducir el impacto de la actividad humana en el entorno natural. El ciudadano premiará a las compañías que demuestren su compromiso y castigará a las que se desentiendan de tal desafío u oculten su desinterés tras campañas de green washing.
Después del coronavirus nos encontraremos con un mercado más exigente, más social, más humano. Los consumidores ayudarán más a aquellas empresas que ayuden y cuyos líderes sean personas naturalmente auténticas.
Susana Voces
Consejera Independiente de Caixabank Payments & Consumer